Candidatos y propuestas. El mito favorito sobre Peña Nieto

Un breve fragmento de este texto fue publicado en La Primera Plana (enero 31 de 2012), y también puede leerse aquí. El presente es el texto completo.

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La mitología del antipriísmo militante tiene desde hace tiempo un estereotipo favorito que es necesario evidenciar y analizar con cuidado: se trata de la cantaleta calumniosa -y hasta cierto punto cándida- según la cual el precandidato del PRI no tiene propuestas y basa su oferta política en la imagen. Los opositores del puntero en las encuestas, comprensiblemente desesperados, no escatiman esfuerzos difundiendo esta pieza de propaganda con la esperanza de que, a fuerza de repetición, sea aceptada acríticamente por el electorado: esa es su apuesta. Un examen somero, no obstante, revela lo contrario, y para ello es necesario hacer dos cosas. Primero, recordar brevemente algunas de las instancias en las que Peña Nieto ha puesto la pauta para tener una precampaña de propuestas. En segundo lugar, verificar si sus opositores pasan el mismo examen o terminan cayendo en lo que critican con tan peculiar estridencia. Dejemos pues que hable la evidencia.

Hace años, mucho antes de ser siquiera precandidato, Enrique Peña Nieto empezó a participar en el debate público señalando áreas concretas de política pública en torno a las cuales se podría articular un proyecto de estado de largo plazo. Para esto recurrió a diversos canales, y el amable lector puede revisar, por poner sólo un ejemplo, sus columnas en medios nacionales, como El Universal, e internacionales, como el Financial Times. En ese entonces ninguno de los hoy precandidatos de la derecha o la izquierda tuvo el menor interés de sumarse a este debate. Más tarde, mientras el gobierno federal empezaba a festejar el bicentenario de la Independencia derrochando recursos millonarios en la tristemente célebre «estela de luz», el gobierno del Estado de México, encabezado entonces por Peña Nieto, decidió que la forma en que esa entidad celebraría la emblemática fecha sería aportando una reflexión profunda sobre los retos que México enfrenta y enfrentará en los años por venir. Así, en un ejercicio que ninguna otra administración emuló, se organizaron los famosos «Foros de Reflexión Compromiso por México», en que expertos nacionales y extranjeros se dieron cita para aportar su visión sobre cinco ejes fundamentales: política; economía y desarrollo; calidad de vida; educación y cultura, y desarrollo sustentable. Sería imposible abundar al respecto en este breve artículo, pero las memorias completas de ese evento están disponibles en la página de internet de los foros.

Hay más. Cuando Enrique Peña Nieto terminó su gestión como gobernador empezó a trabajar para ganar la nominación como candidato de su partido. Gracias a la enorme ventaja que desde entonces goza en las encuestas hubiese sido cómodo para él apelar a su imagen y popularidad entre la militancia. Hubiese podido haber argumentado también que las estrictas restricciones de la ley electoral desaconsejaban salir a presentar una agenda programática. Pero en lugar de eso el priísta decidió, una vez más, apostar por la propuesta mediante un mecanismo que le permitió, a la vez, ser respetuoso de las disposiciones legales: junto con su equipo preparó un libro en el cual se delinea una agenda programática muy clara, con propuestas muy concretas, y se hace incluso una reflexión explícita sobre posibles formas de financiamiento que dicha agenda requeriría. Entre muchos otros temas, el hoy precandidato ha planteado modificaciones al sistema de seguridad social, el mando unificado de policía, las jornadas de ocho horas en niveles de educación básica, la disminución de diputados plurinominales, y la posibilidad de permitir inversión privada en PEMEX manteniendo la rectoría del estado. Más allá del libro, Peña Nieto ha discutido estos temas una y otra vez, en todos los medios, públicamente, con líderes de opinión, académicos y analistas de diversa orientación política. Su participación en el Foro Económico de Davos, en donde volvió a poner sus propuestas sobre la mesa ante los líderes políticos y financieros mundiales es sólo el ejemplo más reciente de lo que ha sido un patrón recurrente. Haría falta más espacio para señalar a profundidad todas las propuestas del precandidato priísta, y las múltiples instancias en que las ha puesto en la mesa del debate. Baste por ahora constatar que no hay nada de improvisado en Peña Nieto, quien lleva años invitando a pensar en un proyecto serio y de largo plazo para México, que en el camino se ha ido integrando, mediante la participación de muchas voces y cerebros de diferentes campos e ideologías, una agenda articulada y una serie de propuestas concretas.

Toca ahora ver qué han hecho en el mismo sentido los opositores del abanderado del PRI, esos mismos que, empeñados en negar la evidencia, insisten en acusar de no generar propuesta. ¿Han ellos mismos aprobado el examen de aportar sustancia al debate, o han reprobado, cayendo precisamente en lo que critican?

Empecemos por el PAN, partido que por contar con más de un precandidato registrado ha tenido la prerrogativa legal y la oportunidad única de apostar por una precampaña de propuestas concretas y datos duros. No lo ha hecho. Primero defraudó las expectativas de propios y extraños con un modelo somnoliento de debates donde no se salió de las consabidas y trilladas listas de buenos deseos, situación de la que los primeros en quejarse fueron sus propios militantes, tanto que se han tenido que hacer ajustes al formato. Luego, la competencia degeneró aún más cuando los precandidatos blanquiazules empezaron a ser víctimas mutuas del fuego amigo: Vázquez Mota recordando el penoso episodio de los «seis mil pesos», Cordero respondiendo con cuestionamientos a la labor de su correligionaria como secretaria de Educación y a su falta de tablas como economista, en fin, la descalificación como recurso. Finalmente, ahora que gracias al secretario de gobierno de Sonora se ha hecho público el uso del aparato estatal para presionar el apoyo de los servidores públicos en favor de la candidatura de Ernesto Cordero, los mismos panistas han tenido que recurrir a las instancias legales de su partido, y han amenazado con llegar a los tribunales ante las hondas irregularidades de su desangelada precampaña, cuyo más reciente escándalo han sido unos anuncios en donde Vázquez Mota se ostenta como candidata del PAN, lo cual ha llevado nuevamente a tener que denunciarse mutuamente ante su partido. Y en eso se les ha ido el debate.

Invito al amable lector a que se dé una vuelta por la página de internet de los precandidatos panistas (recomiendo, no obstante, evitar hacer este experimento inmediatamente después de comer o antes de utilizar maquinaria pesada). En el de Vázquez Mota van a encontrar una sección llamada «Mi Blog» en la que aparecen una serie de artículos firmados por ella y que es lo que más se acerca a una oferta programática. Ya que Josefina Vázquez fue secretaria de Educación tiene sentido revisar, por ejemplo, lo que propone en materia de educativa. En el artículo correspondiente, y en medio de una sintaxis inquietante, uno lee generalidades como estas: «Los invito a construir juntos una sociedad más abierta, más libre. Una sociedad más justa y humana que incluye a todas las personas», lo cual es un gran alivio si usted creía que la precandidata estaba a favor de construir una sociedad más cerrada, menos libre, menos justa y menos humana. Por cierto, que el año pasado Vázquez Mota sacó un libro de entrevistas que ha tenido poca resonancia y sirvió más bien para salir en la foto con figuras como Enrique Iglesias o Emilio Butragueño, a los que en un malabar extraño pone codo a codo con Condoleezza Rice. Sobre Ernesto Cordero no hay mucho que decir. Su apartado de propuestas es también una gran lista de buenos deseos que se encuentra además en último plano detrás de secciones que hablan de por qué está muy orgulloso de ser panista, o de la más reciente idea con que sus colaboradores quieren convencer al panismo de hacerlo su candidato: un videojuego en donde el precandidato aparece combatiendo a «los malos», convertido en caricatura (lo cual es, a su manera, bastante elocuente y sintomático de su precampaña). De hecho, a Ernesto Cordero ha tenido que salir a defenderlo en la prensa el ex Secretario del Trabajo Javier Lozano, quien lo mejor que pudo decir de éste es que es un tipo leal al presidente Calderón, lo cual en efecto parece ser el único mérito que ha hecho posible que tenga alguna posibilidad de ser candidato.

Curiosamente, si uno revisa su página el precandidato panista que parece tener una noción más clara en sus propuestas es Santiago Creel, aunque sobre éste pesan tres problemas mayúsculos: 1) pese a ser segundo lugar en la interna de su partido ha sido de facto relegado al tercer lugar. Que se excluya sistemáticamente al precandidato que más se acerca a tener una agenda articulada es en sí mismo revelador del empobrecido debate que impera en el PAN; 2) los ocho puntos que destaca como su agenda de gobierno se centran casi por completo en el tema del combate al crimen organizado, que si bien es importante, no es exhaustivo de las necesidades que enfrenta el país. Su propuesta es, por así decirlo, monotemática; 3) por las mismas razones del primer punto, Creel es el precandidato de entre los cinco de todos los partidos que menos garantías ofrece de tener la capacidad para tejer los consensos y sumar los apoyos que su propia agenda demanda.

Cambiemos ahora de partido. ¿Cuál ha sido la oferta de parte de eso que sólo con una sonrisa maliciosa en los labios podemos llamar ‘las izquierdas’? ¿Ha discutido a fondo el tema de la seguridad pública, prioritario hoy más que nunca para México? ¿O quizá el tema económico, la otra gran asignatura pendiente? ¿La educación, tal vez, a la que todos los analistas señalan como clave para detonar el desarrollo? No. López Obrador ha elegido como bandera de campaña el concepto más abstracto y general que uno pueda imaginar: ¡el amor! Una plataforma muy conveniente si lo que se quiere es evitar tener que entrar en el debate de fondo, porque claro, ¿quién se atrevería a contradecir a alguien que sólo quiere polinizar cariño? Con estas credenciales amorosas en la mano es que López Obrador ha sorteado, por ejemplo, dar explicaciones sobre su manejo de las finanzas y de la deuda cuando estuvo al frente del GDF (ésta última la recibió en un valor nominal de 28.6 mil millones de pesos, y la elevó hasta 43.5, al tiempo que la inversión en infraestructura y la competitividad decreció como porcentaje del PIB). Es también bajo los vivificantes auspicios de la república amorosa que el señor de las ligas, René Bejarano, ha sido rehabilitado en el primer círculo del tabasqueño, que se jacta de ser un político honesto. Y es también escondido tras los encantos de ese discurso hueco y etéreo que López Obrador continúa prometiendo disparates de corte neo-populista que no pasan la prueba de la viabilidad, como que, de buenas a primeras va a bajar por decreto el precio de todas las fuentes de energía, o que va a «crear cinco refinerías», demostrando una vez más la urgencia de que alguien le explique nociones elementales como que la oferta tiene pendiente positiva y la demanda negativa. En efecto, como lo han señalado diversos analistas, la refinación suele ser un mal negocio en que se termina perdiendo dinero, y la única justificación para expandir las labores de refinación es sólo si se tiene primero un sector de extracción moderno y productivo, que es lo que necesita con urgencia PEMEX, y que se ajusta, por cierto, a los planteamientos de Peña Nieto.

Al lado de los precandidatos de la izquierda y la derecha hay toda una serie de heraldos que de manera contumaz se esfuerzan en repetir lo que una y otra vez la evidencia demuestra que es falso. Entre estos especializas del comentario fácil que por principio o por encargo han renunciado a la auto-critica están algunos periodistas con filias y fobias más grandes que su capacidad de investigación, un puñado de intelectuales orgánicos, y una nueva pero interesante especie que últimamente se ha mostrado muy activa aunque poco eficaz: el antipriísmo de cibercafé, ese que se dedica a la muy productiva tarea de pelearse con pósters del precandidato del PRI en facebook, y que derrocha sinapsis y tiempo tratando de condensar en 140 caracteres o en un hashtag -lo que suceda primero- sus manías más punzantes.

¿Qué queda pues de estas reflexiones, para continuar con el debate a futuro? Primero, que la estrategia de repetir el mito, aunque muy mediatizada, ha resultado poco exitosa, y ha sido categóricamente rechazada por la mayoría de la población, que sistemáticamente favorece con su confianza a Enrique Peña Nieto. Segundo, que hay una diferencia importante entre no estar de acuerdo con las propuestas del precandidato del PRI, lo cual es legítimo -si bien requiere un esfuerzo superior de reflexión-, y decir que no existen, lo cual es calumnioso y ramplón. Tercero, que siendo el PRI el puntero en las encuestas por un margen muy elevado, naturalmente el peso de ganar puntos está del lado de la derecha y la izquierda. En este sentido, ahora que empiecen oficialmente las campañas tanto el PAN como el bloque de López Obrador van a tener que tomar una decisión importante: de un lado pueden irse, como hasta ahora, por la vía fácil de la calumnia, de apostar a la desinformación del electorado y basar su campaña en buscar formas cada vez más frívolas para descalificar al priísta; del otro lado, pueden apostar por un debate de mayor altura, que es lo que el electorado por diversos conductos y desde hace mucho tiempo está exigiendo. Esto sería, además, lo más racional políticamente, dados los magros resultados que ha dado tratar de vender lo que a la luz de la evidencia se demuestra como falso.